Creemos que la desconexión entre los ciudadanos y las instituciones que les lideran es el problema más grave y más urgente que afronta nuestra sociedad, nuestra democracia y nuestro estado de bienestar. Un fenómeno todavía más preocupante si tenemos en cuenta que afecta más a los jóvenes: más desencantados, más defraudados, más desconfiados y más suspicaces.
Una sociedad dividida entre los ciudadanos y aquellos a los que deben seguir es una sociedad donde cunde la incertidumbre y la desazón, donde el futuro se ve más negro, se duda de la justicia, se confía en soluciones fáciles, se tiende a la movilización y se pone en riesgo la capacidad crítica y el diálogo. Una sociedad, en definitiva, incapaz de afrontar ningún desafío, de prepararse para el futuro.